cuando
se toca al niño, se toca el amor”. Para ella el amor es la energía
vital que le ayuda en el aprendizaje del mundo que le rodea y por
ello, el niño/a debe ser el protagonista del proceso de aprendizaje.
María
Montessori observó esto y le preparó un Ambiente a su alrededor, un
Ambiente seguro y estimulante, bello y ordenado, diáfano y luminoso.
Un Ambiente preparado para que el niño/a descubriera en él su
propia identidad.
La
pedagogía de María Montessori no es otra cosa que "ayudar al
desarrollo del niño y ayudarlo a adaptarse a las condiciones del
presente", ayudar a conocerse y a desenvolverse en la vida fiel
a su identidad, para ello el ser humano debe capacitarse intelectual
y físicamente. Un Ambiente Montessori es un continúo fluir de
movimiento. La actividad la genera la gran cantidad de materiales que
María Montessori y otros colaboradores diseñaron a lo largo de toda
su vida y que han sido testados, a lo largo de todos estos años, por
niños/as de todo el mundo. Y amaba tanto a los niños/as que estos
materiales los diseñó observando sus movimientos naturales e
intereses innatos y estimulando sus períodos sensitivos, lo que la
Neurociencia denomina “ventanas de oportunidad”, porque la
Neurociencia, nuevo paradigma en el modelo educativo actual donde refrenda a María Montessori punto por punto.
Amaba
tanto a los niños/as que les dotó de dignidad, autonomía,
autoestima y libertad. Los materiales que diseñó son
autocorrectivos, por lo que el niño/a no necesita la supervisión,
corrección o aprobación del adulto. Son ellos quienes construyen su
aprendizaje, aprenden a aprender, aprenden a construir su
personalidad tendiendo a la perfección y a la superación de los
errores. Equivocarse es parte del proceso, simplemente lo han de
superar. El adulto se ha de reservar sólo la función de facilitarle
llegar al éxito, por ello los materiales que se les presentan deben
estar en consonancia a su desarrollo cognitivo, por eso María
Montessori entendía que “la educación es una ayuda a la vida”.
Es
necesario un adulto que ame al niño/a, que guíe el proceso, que
prepare el ambiente, que conozca los materiales y sepa cómo
presentarlos y cuándo hacerlo, que tenga presente que él no es el
protagonista del proceso, que son los niños/as, que confíe en ellos
y en su capacidad de aprendizaje.
Si
bien, estos son los 3 elementos del Método Montessori -ambiente
preparado, materiales y adulto entrenado, que iremos desgranando en
posteriores entradas-, lo esencial del proceso es el amor al niño/a,
trabajar para alcanzar su felicidad y bienestar, dotándole de
herramientas cognitivas que le ayuden a su crecimiento.
Asociación
Montessori Sevilla