jueves, 5 de noviembre de 2015

Montessori. La psicopedagogía del Amor

Si resumimos en una palabra toda la psicopedagogía de María Montessori sería amor. María Montessori amaba tanto a los niños que pasó su vida observándolos. Todo método científico empieza en la observación. María Montessori científica de profesión y humanista de corazón se da cuenta que “ el niño es una fuente de amor,
cuando se toca al niño, se toca el amor”. Para ella el amor es la energía vital que le ayuda en el aprendizaje del mundo que le rodea y por ello, el niño/a debe ser el protagonista del proceso de aprendizaje.


María Montessori observó esto y le preparó un Ambiente a su alrededor, un Ambiente seguro y estimulante, bello y ordenado, diáfano y luminoso. Un Ambiente preparado para que el niño/a descubriera en él su propia identidad.

La pedagogía de María Montessori no es otra cosa que "ayudar al desarrollo del niño y ayudarlo a adaptarse a las condiciones del presente", ayudar a conocerse y a desenvolverse en la vida fiel a su identidad, para ello el ser humano debe capacitarse intelectual y físicamente. Un Ambiente Montessori es un continúo fluir de movimiento. La actividad la genera la gran cantidad de materiales que María Montessori y otros colaboradores diseñaron a lo largo de toda su vida y que han sido testados, a lo largo de todos estos años, por niños/as de todo el mundo. Y amaba tanto a los niños/as que estos materiales los diseñó observando sus movimientos naturales e intereses innatos y estimulando sus períodos sensitivos, lo que la Neurociencia denomina “ventanas de oportunidad”, porque la Neurociencia, nuevo paradigma en el modelo educativo actual donde refrenda a María Montessori punto por punto. 


Amaba tanto a los niños/as que les dotó de dignidad, autonomía, autoestima y libertad. Los materiales que diseñó son autocorrectivos, por lo que el niño/a no necesita la supervisión, corrección o aprobación del adulto. Son ellos quienes construyen su aprendizaje, aprenden a aprender, aprenden a construir su personalidad tendiendo a la perfección y a la superación de los errores. Equivocarse es parte del proceso, simplemente lo han de superar. El adulto se ha de reservar sólo la función de facilitarle llegar al éxito, por ello los materiales que se les presentan deben estar en consonancia a su desarrollo cognitivo, por eso María Montessori entendía que “la educación es una ayuda a la vida”.

Es necesario un adulto que ame al niño/a, que guíe el proceso, que prepare el ambiente, que conozca los materiales y sepa cómo presentarlos y cuándo hacerlo, que tenga presente que él no es el protagonista del proceso, que son los niños/as, que confíe en ellos y en su capacidad de aprendizaje.


Si bien, estos son los 3 elementos del Método Montessori -ambiente preparado, materiales y adulto entrenado, que iremos desgranando en posteriores entradas-, lo esencial del proceso es el amor al niño/a, trabajar para alcanzar su felicidad y bienestar, dotándole de herramientas cognitivas que le ayuden a su crecimiento.


Asociación Montessori Sevilla